Es en el momento que te das cuenta que perdiste, ese instante que sos consciente que ya no vas a lograr eso que te propusiste, el momento en que realmente empezás a ganar. Ya no tenés esa mochila que te pesa, tampoco esas miradas que sentís que te obligan a seguir, y mucho menos ese miedo al fracaso. Ahora sos libre para ponerte a soñar un futuro, otro desafío, algo que te mueva devuelta hacia adelante. Puede ser todo eso, o simplemente frenar para pensar, disfrutar a pleno el presente y dejar de ver la vida como un cúmulo de objetivos a cumplir.