Las flores que alegran el camino son las mismas que nos clavan las espinas al momento de caer. La felicidad existe siempre y cuando seamos
consientes de que es finita y hay que disfrutarla. Seguro en algún momento volverá, y mientras tanto hay que vivir, sin más ni menos. Las
viabilidades de mantenerse en un estado
inconsciente por las repercusiones diarias de la calefacción, son menores a las esperadas en caso de sobrevivir a un aterrizaje forzoso de un avión.