El día de sol que fue ayer...

El día de sol que fue ayer hoy se transforma en una lluvia incesante que no deja ver lo que sucede más allá de aquel árbol que solía consolarnos en momentos no tan felices. Esa misma lluvia es la que hace limpiar nuestros pensamientos y darnos cuenta que lo importante de aquellos momentos de sol no era el mismísimo rayo que atravesaba la ventana, sino aquello que sucedía en nuestro interior, aquel objetivo que nos dejaba vislumbrar más allá del atardecer que transformaba ese cielo celeste en un naranja difícil de igualar sobre una tela. Al darnos cuenta de esa situación nos liberamos y no nos quedamos viendo la lluvia desde este lado de la ventana, sino que salimos a reir, bailar y disfrutar del agua que recorre nuestro cuerpo; gritamos, saltamos y bendecimos esa lluvia que deseamos que no se vaya hasta que llegue alguien para poder compartirla.