Caminando por la calle siento las miradas de la gente por los balcones. No paran de mirarme, ya no sé que hacer para evitarlas. En algún momento soñé con llamar la atención, pero jamás imaginé esto. Estoy incómodo sintiendo que cada par de ojos que me apuntan están dispuestos a disparar. Las primeras dos cuadras las caminé mirando al suelo, observando cada baldosa rota, cada hoja del otoño, pero llegando a la tercer cuadra, sabiendo que no podría enfrentar a ninguna mirada, en lugar de mirar al suelo decidí que habría otras opciones intermedias, y en ese momento pude observar el hermoso color celeste del cielo de las 11 de la mañana.
