Cuando uno se arriesga naturalmente existe la
posibilidad de ganar o de perder. En casi todo arriesgamos, porque pocas veces
uno tiene certezas sobre las consecuencias de lo que uno hace, pero cuando uno
habla de arriesgar, en el sentido que todos creemos interpretar, es porque arriesgamos
en algo que nos importa. A partir de ahí hay una bifurcación del camino, que
nos lleva para un lado o para el otro, mejor o peor, pero ya no será la línea recta
por la que hubiésemos seguido caminando.