El amor nos salva de estar hundidos en la rutina que se transforma en una cadena perpetua en esta vida, cuyo final se asemeja a un celador que se acerca gritando mi nombre para avisarme que llegó mi turno de ir a la silla eléctrica. En ese camino por el pasillo angosto sintiendo la respiración del resto de personas que transitan este mundo de una forma parecida a la que yo lo hice, me doy cuenta que el amor hubiese hecho que este camino final fuera menos melancólico y más feliz.