Era de noche, esas noches cortas de verano que si me distraigo me suele sorprender el amanecer para hacerme acordar qué llega un nuevo día. Pero en ese momento, mientras caminábamos por una calle estrecha de una capital europea apenas habían pasado un par de horas desde el atardecer. El tiempo pasaba, las palabras superfluas seguían una tras otra con cada vez menos sentido. Extrañamente sentía que estaba viviendo algo que ya había vivido, en otro lugar, en otro momento, pero no con otra persona. Frenamos frente a una vidriera de piedras preciosas, me miro al espejo y no me reconozco. Presto atención a tu rostro y no eras físicamente a la que yo recordaba, aunque esa atracción estaba intacta. Fue en otra vida, en otro momento y en otro lugar, en el cual nos prometimos volvernos a encontrar.