No la vi, no me la crucé, no intercambiamos ninguna palabra. Tampoco tomamos un café en un lugar calentito mirando nevar por la ventana, ni caminamos por la rambla de una playa en una tarde de primavera y mucho menos contemplamos el sonido del agua avanzando por un arroyo. No por eso puedo negar que fui feliz imaginando cada momento con vos, pensando en que en algún momento podía ocurrir, mientras nuestras vidas avanzaban por líneas paralelas, y yo confiando en esa teoría en que esas líneas paralelas, por lo menos, se crucen en el infinito.