No todo tiene explicación, y eso me reconforta, porque si la tuviese, probablemente me generaría ansiedad muchas veces no encontrar la razón de por qué esa sorpresiva mañana fría de septiembre esa chica no me miró en el colectivo, o por qué no me tocó el tema “A” en ese examen que definió que finalmente no me acepten en la Universidad de Innsbruck. Son cosas que simplemente suceden o no suceden, y no depende de mí. Sigo avanzando asumiendo lo que me corresponde, pero dejando que fluya todo lo que no.