No quiero. No me gusta. No tengo ganas...

No quiero. No me gusta. No tengo ganas. Quiero. Me gusta. Tengo ganas. Resulta a veces tan difícil decir las primeras frases como las últimas. Nos atemoriza el rechazo a ser tan contundentes tanto con respecto a lo que queremos, como a lo que no queremos. Para eso usamos eufemismos que lo único que hacen es dar lugar a que el receptor de nuestra contestación pueda interpretar a su gusto nuestra respuesta. No sería tan grave, a menos que esa interpretación no fuese en el sentido que nosotros queríamos, y ahí sí que somos contundentes con nosotros mismos acusándonos de imbéciles por no haber sido más claros.