La repercusión de las
palabras pueden ser más violentas que la propia vida de un lagarto tirado en el
mar pensando porque no compró la lámpara que le gustaba tanto cuando tenía
cuatro meses de vida. Esas son cosas que pasan cuando uno solo deja que las cosas
pasen sin ponerse a reflexionar si es o no coherente la relación entre los
dedos, el teclado o la simple felicidad de un zorro al momento de dormir bajo
la pradera de Kualalumpur.