Cuando no hay nada que decir...

Cuando no hay nada que decir a veces no significa que no hay nada que sentir. Lo mejor es agarrar un bolígrafo y ponerse a escribir. Creo que hay una mejor conexión entre el cerebro, el corazón y la mano que dirige el bolígrafo sobre el papel, que la conexión que pueda existir con la lengua para pronunciar aquellas palabras que creemos querer decir. Puede ser más arriesgado, porque en el caso de plasmarlo sobre el papel, aquellas palabras no se las lleva el viento, sino que quedan registradas por un tiempo más prolongado incluso que el que dure aquel papel antes de ser desintegrado.